sábado, 31 de diciembre de 2011

Memorias de una vieja amistad (introducción)


''Aún sonrío inevitablemente al rememorar los buenos momentos vividos junto a Itziar.
Esa joven alocada con la que compartí los rebeldes años de la adolescencia todavía asoma su carita pecosa y se inclina curiosa a leer mis pensamientos. Imposible olvidarla, imposible era borrar esa huella que tantos años ha permanecido en mi corazón.
Y es ahora cuando los años empiezan a hacerse notar en la piel cuando la añoranza me traslada de realidad. Vuelvo a ser una niña y de nuevo correteo por el jardín de la juventud.
Nuevamente me deslizo por las calles de la ciudad entre mundos de risas, confidencias secretas y amores platónicos a chicos insensibles.

Hace un año que Itziar nos abandonó y ahora camina entre las nubes del cielo, paseando con los ángeles. Qué mejor momento para escribir sobre ella,  que en el aniversario de su fallecimiento.

La rabia se entremezcla con lágrimas furiosas, maldiciendo el momento en el que le arrebataron su característica vitalidad. Muy querida por todos, siempre estará presente en nuestras almas.’’

Acabé de leer, con la voz rota y quebrada; y enjugándome una lágrima silenciosa bajé del atril, dedicándole una última mirada a su cuerpo sin vida. Entre suspiros eché una mirada a la pequeña capilla. El ambiente era desolador. Su madre se refugiaba en los brazos de su marido, ambos rodeados de un aura negra y cargada de dolor.
Las flores blancas que adornaban el altar, eran un tanto tétricas y de mal gusto, la triste música funeraria ponía los pelos de punta. Miedo, dolor y ciertos escalofríos demoníacos se confundían en los corazones agitados. No le hubiera gustado a Itziar.

Pienso que la mejor manera de darle nuestro último adiós, sería rememorando las locuras, las alegrías, los momentos compartidos y los sueños tan difíciles de conseguir que encontraron su gloria al verse realizados.
Y eso es lo que voy a hacer.
Va por ti, amiga mía.

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