jueves, 12 de enero de 2012

Historica verídica sobre cómo maté a mi ex-novio


Érase un hombre que carecía de personalidad, y un buen día de una bella dama se tuvo que enamorar.
Largas solía darle sin pensar, esquiva, inalcanzable y altiva se hacía de rogar. Romper su corazón gustaba sin piedad, con humillaciones, prohibiciones y burlas sin cesar.
Otro buen día, el chico de sufrir se hubo de cansar, pues de la primera cortesana que vio, debióse prendar.
Celosa, sorprendida y furiosa, la primera dama exigía lealtad. Por el caballero triste y enamorado dejarse quería conquistar.
Sin miramientos, vióse cegada por pensamientos de vengativa crueldad. Dolor deseaba contemplar, sangre necesitaba derramar. Sádicamente una sonrisa se dignó a mostrar, y con un cuchillo afilado, la garganta del joven se dispuso a cortar.
De caliente sangre se acabó por impregnar. Besó sus muertos labios, saboreando la maldad. ''Si no soy tuya, nadie lo será''. Resopló la viuda negra, al finalizar.

lunes, 2 de enero de 2012

La revolución de los alimentos (cap. 2)


Alegremente las criaturitas iban todos los días al comedor más contentos que unas castañuelas. Siempre comían lo que más les gustaba, sin preocuparse jamás por esconder lo que les disgustaba en servilletas, vasos, o en el pelo de sus compañeros de mesa.

Pero cuando ya pasaron algunas semanas, los niños estaban cansados. No tenían fuerzas ni para reírse; y la tan querida pizza había dejado de ser tan apreciada. Nada verde en sus platos, nada sano en sus estómagos.

Alicaídos y tristes, jamás se pudieron imaginar que echarían de menos a esos enemigos naturales que obligatoriamente se tenían que tragar, si deseaban disgustar el tan querido postre de chocolate del comedor. O incluso en la cena, las natillas que tan ricas le salían a mamá.

Javier, entre los lamentos de los niños y la talla extra que había añadido a su pantalón (cosa que no le hacía ninguna gracia), decidió salir en la búsqueda de Supertomate para poner fin a la catástrofe.

Pero…¿Dónde encontraría nuestro joven héroe a las tiernas verduritas?

Piensa como una verdura…piensa como una verdura…-se decía. ¿Dónde me escondería si fuera una de ellas?

Con su bicicleta de carreras roja, regalo de su cumpleaños, y una pequeña mochila al hombro, oteó el horizonte; ajustándose la gorra para que el Sol no le cegara los ojos.

Sonriente decidió ir al restaurante vegetariano de la ciudad. Allí encontró en el buffet de ensaladas a unas cuantas lechugas que luchaban por no morir ahogadas entre litros y litros de salsas condimentadas. Agitaron sus manitas pidiendo ayuda, y en un descuido del camarero, Javi las atrapó y las guardó en su mochila.

Hizo un recorrido por todos los restaurantes del barrio, pedaleando incansable para ir salvando a ciertos espárragos, a punto de ser devorados por una mujer con un sombrero más grande que su cabeza; para rescatar a una coliflor que fue confundida por una joven novia por un ramo de rosas blancas; o incluso para salvar a una pequeña familia de zanahorias que eran perseguidas por un conejito hambriento.

Con la mochila a rebosar de pequeños habitantes que no paraban de moverse y parlotear, Javi se sentó a descansar en un banco del parque. Abrió la cremallera y fue saliendo la comida. Algunas más contentas que otras, se pusieron todas de acuerdo en hacer voto de silencio hasta no recibir órdenes nuevas de su líder. Pero, ¿dónde estaba Supertomate?

(Próximamente continuación)

domingo, 1 de enero de 2012

Memorias de una vieja amistad (Continuación 1)


 Itziar era muy celosa.
Quería demasiado a sus allegados, tanto familiares como amistades, y ya no quiero mencionar a sus pobres novios.
Recuerdo por aquel entonces el odio intenso que cogió repentinamente a una profesora del instituto.

Se llamaba Sofía. Era una señora más bien bajita, con unos cuantos años a cuestas pero que conservaba cierto atractivo juvenil. No eran pocas las ocasiones en las que era confundida con una alumna más. Amante de su trabajo, vivía para transmitir en sus clases la pasión por la literatura. Cercana y sonriente, aunque exigente en las calificaciones, consiguió convertirse en un modelo a seguir para mí.
 Admiraba tanto sus conocimientos, que el amor sentido hacia Baroja, Cervantes, Bécquer o Machado se coló también en mi alocado corazón. Fue mi aliciente para dedicarme a la enseñanza y trabajar en lo que realmente me gusta. Hoy día, siendo ella mi compañera laboral, no nos faltan momentos para tomar un café tranquilamente y hablar de poesía.

Itziar no podía comprender el camino nuevo aparecido ante mis fascinados ojos. Los celos le desencajaban el rostro cuando la saludábamos, y de un modo un tanto infantil, criticaba sus defectos físicos.

Esta situación me resultaba verdaderamente cómica, pues no podía entender los motivos que impulsaban a mi amiga a comportarse de esa manera, pero la sonrisa se congeló en mi rostro cuando la cuerda se tensó demasiado y las cosas llegaron demasiado lejos. La dulce venganza por la que Itziar salivaba se vio finalmente saciada al acabar las clases, unos días antes de las vacaciones.

No hay pintor lo suficientemente bueno para plasmar en papel el asombro reflejado en mi rostro cuando, al entrar a los vestuarios me encontré a mi querida profesora maniatada en las duchas, pataleando nerviosamente entre lágrimas intentando liberarse. Itziar, mientras tanto, sádicamente deshojaba el libro de literatura y le obligaba a comerse cada página. Regalando un insulto por cada letra saboreada.

Sofía, después de lo vivido, y aunque Itziar fue severamente castigada; solicitó un cambio de centro. Dejando a sus alumnos más que tristes y a mi amiga más que satisfecha. Esto nos ocasionó un enfado tremendo que casi nos cuesta la amistad, pero cuya reconciliación llegó más pronto que tarde.

Es imposible enfadarse con ella. Y la muy pícara lo sabe.

Anécdotas como esta me vienen a la mente, anécdotas que cambian…
Que se lo digan a la inesperada Sofía, que llorona se ocultaba en las últimas filas. Seguro que en el fondo de su corazón, por minúsculo que sea, también podemos encontrar una parcela para Itziar.

Todos la queríamos.