La
luna ocultaba temerosa los lamentos ahogados del escritor, cuya frustración en
aumento ganaba a cualquier sentimiento inspiratorio. Bloqueado, escupía chorros
de tinta púrpura en aspavientos enloquecidos, creadores de trazos caligráficos
ilegibles.
A
pesar del dolor que sentía en su alma y del miedo que empezaba a congelar su
corazón, no desistió en la búsqueda de ese destello mágico que era la
inspiración. En tiempos mejores la solía encontrar pronunciando su nombre entre
palpitaciones y reflejos de luz.
Tras
vagar sin rumbo buscando lo incontrable, tuvo que desistir. Cerró los ojos y
soltó un suspiro cansado. Se dispuso entonces a rendir luto en homenaje a aquellas
obras que no deseaban salir y que jamás podrían nacer. Las enterró en la
irrealidad del mundo inconsciente.
Una
ardiente lágrima se escapó para sellar el funeral…
Sin
embargo, a pesar de su dolor, no pudo evitar automáticamente alargar la mano y
coger la pluma.
Como
si ésta fuera una extensión de su propio cuerpo, la dirigió al papel. Escribía,
concentrado, concienzudamente. La pluma era su cuerpo, la tinta era su sangre.
Relataba, narraba sonreía.
El
impulso creador vibraba y corría cual galgo recién puesto en libertad. Rozando
cada centímetro de su piel en pequeñas descargas eléctricas. Reía a carcajadas,
y asombrado por la insólita situación, contemplaba como filas de palabras se
sucedían ante sus fascinados ojos.
Fluyeron
los sentimientos a través de la pluma, arma desgastada pero eficaz, que
bombardeaba con palabras los inertes papeles blancos. Vivas y nerviosas eran
las letras expectantes a su turno, impacientes por explotar en versos,
estrofas, poemas; recordando organizarse según el ensayo improvisado en el alma
del poeta.
Son
pues estos últimos versos los que Bécquer escribiría, los últimos hilos
conductores a fantásticos mundos imaginarios. Mundos impregnados de metáforas
que plasmaban la desdichada vida del escritor.
Desgraciadamente
este soñador poeta, cazador de esperanzas, quedó dormido en los brazos de la
muerte sin poder degustar previamente la fama que hoy cubre su recuerdo.
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